Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv
Hernando José Marín Lacouture, quien el cinco de septiembre de 1999, hace 25 años, cerró sus ojos para siempre, le hizo canciones a su querida Guajira con aristas en distintos pueblos, a las desigualdades en su territorio las graficó de manera directa, también a las mujeres las pechichó en su noble corazón, siendo su mayor aspiración fue ver juntas a una blanca con una negra.
En ese recorrido por la inspiración del hijo de El Tablazo, La Guajira, nacido el primero de septiembre de 1944, aparece un episodio que marcó su vida y que lo hizo llorar sin parar. Una vez, notó que los días se sumaban a los meses dándole paso a los años, y sus muchachitas Anacelis y Ana Tatiana Marín Corrales, iban creciendo.
Entonces queriendo atajarlos intentó poner sus manos como barrera, pero amanecía más temprano como si el tiempo tuviera carrera y las horas le hicieran el juego. Ante ese hecho irreversible dejó constancia en el canto ‘Mis muchachitas’ grabado en 1993 por los hermanos Zuleta, donde plasmó su amor por sus hijas que lo recuerdan como ese padre de temperamento fuerte, pero amoroso y consentidor.
Así era…
‘El ángel del camino’, con cuyo seudónimo se presentó en distintos concursos de canción inédita vallenata, cosechó cantidad de triunfos porque su talento le permitió hacerlo debido a la creciente de su poesía, a sus vivencias que evocaban la naturaleza y hasta su corazón latía como el repiquetear de una campana.
En cierta ocasión se dio a la tarea de esculcarse por dentro y la tarea resultó grata porque al llevarla a su pensamiento y moldearla con su guitarra, escribió. “Este es el verso que motiva el sentimiento de un hombre que se ha entregado sin medida. Yo, descubrí en el polen de una flor la huella que dejó un suspiro enamorado. Yo, descubrí en el espacio de Dios la primera canción de mi pueblo olvidado. Ese soy yo el que hace una canción cuando está enamorado. Ese soy yo que le sobra valor para cantar llorando”.
La inspiración en aquel glorioso instante no hizo y continuó. “En mi no existe la traición ni el desengaño, porque soy una canción en hora buena y mi poema reflejo de luna llena. Es la imagen clara de un retrato hablado porque soy hecho con un pedazo de verso. Yo nací de un primer beso porque soy el mayor de mis hermanos”.
Valledupar del alma
En el álbum de sus canciones quedó una pegada a Valledupar, esa tierra donde vivió muchos años, alcanzando el triunfo en el Festival de la Leyenda Vallenata del año 1992. Es su tema ‘Valledupar del alma’, donde esbozó todo el significado del folclor vallenato, y sobre la tierra donde echó raíces hasta florecer en el pentagrama del recuerdo.
“Cancioneros del Valle que alegran las tardes con ardientes sones, hoy les pido que canten para que relaten sus inspiraciones. Vengan cancioneros de mi tierra con la música que llena de alegría los corazones. Vamos a poner en cada coro una nota del tesoro que tienen los acordeones. Vamos a llevar en cada canto un mensaje de felicidad, para que mi pueblo vallenato sea el espejo donde el mundo hoy se tenga que mirar”.
En la segunda estrofa invita a todos los trovadores del mundo para que vengan a Valledupar, la Capital Mundial del Vallenato, tierra de cañaguates, acordeones, mitos, leyendas y donde se trabaja cantando.
Canta conmigo
Hernando Marín era de cuna humilde, trabajador del campo y conocía de cerca los esfuerzos que se hacían para salir adelante. Por eso entre sus cantos tuvieron lugar los episodios vividos en toda la provincia. Es así como en el año 1990 el trovador del pueblo, pidió que el mundo fuera más pequeño, estuviera cerquita del cielo y se pudiera cambiar la guerra por paz y amor.
Diomedes Díaz y Juancho Rois hicieron eco de su clamor y le grabaron la canción ‘Canta conmigo’, la cual marcó la pauta porque encendió la llama de la esperanza y del reconcilio entre los colombianos.
“Yo quiero que el mundo sea más pequeño y estar cerquita del cielo para jugar con el sol. Quisiera juntar el cielo y la tierra llanuras y cordilleras y unir las aguas de Dios. Ay, ver junto a una mujer blanca con una negra, y que no existan rencillas por el color, y oír en la voz del pueblo un canto en mi tierra, yo quiero cambiar la guerra por paz y amor”.
Esa canción tuvo tanta influencia en la vida del compositor quien solicitó ser interpretada cuando Dios lo llamara a contestar a lista en la eternidad, para a través de esa obra volver a invitar al pueblo a cantar y untarse de paz. Se cumplió su voluntad y la letra de la canción fue repartida en cientos de hojas volantes. Es así como en la plaza Alfonso López de Valledupar todos la entonaron. “Canta conmigo mi pueblo y el viejo Valledupar, canta que tu canto es como la luz del cielo, canta porque tu naciste para cantar”.
A Nando Marín, como lo llamaban sus más allegados, pocas veces el hilo conductor de la inspiración lo sacó de su amado departamento y pudo cantar infinidad de canciones como a ‘La dama guajira’, a una bella ‘Sanjuanerita’, a ‘Villanueva mía’, a ‘La vecina de Chavita’, al ‘Gavilán mayor’, además como hombre humilde y agradecido a su burro, ‘Placeres tengo’.
Por su capacidad retórica, carisma y verbo fluido, las añoranzas aterrizan visionando a lo lejos una guitarra desde donde el poeta-cantor guajiro se dedicaba a desahogar su alma en versos, darle gracias a Dios por haberle regalado 10 hijos y unos amores que afinaron su corazón.
Ese mismo quien se embarcó en el tren de sus realidades. “Me llaman el invencible por mis cantos vallenatos, porque cada vez que canto alegro los corazones. No hay rincón de Colombia donde no escuchen mis cantos. La espada para mi lucha es mi corazón alegre, y mi caballo guerrero la letra de mis canciones. El himno de mi victoria es un conjunto de acordeones y voy llevando mi bandera aquí en mi tierra y fuera de ella, porque soy invencible”.
En el mundo vallenato siguen sonando las canciones de Hernando Marín, quien tuvo la virtud de andar a paso firme por lo romántico, crítico, costumbrista y picaresco. Además, dejó la mayor constancia en una de sus llamativas frases. “Más vale llegar a ser, que el haber nacido siendo”.