Una noche Felipe Peláez llamó a Wilfran Castillo para pedirle que le compusiera un tema que fuera el éxito de su próxima producción. Inmediatamente, el compositor se puso en esa tarea.
Castillo empezó a caminar por la casa, buscando detalles e inspiración para escribir; entró a la habitación de sus hijas y la menor estaba durmiendo.
Su pequeña hija lo enterneció al verla durmiendo, entonces tomó un sobre de manila, un bolígrafo morado y empezó a escribir todo ese sentimiento paternal que vivía en ese momento.
“Esta canción describe lo que significan mis hijas Luciana y Valentina, lo que siento cada vez que me toca viajar, cuando estoy fuera de la casa por los compromisos musicales”, dice Wilfran.
Y aunque fue escrita para sus hijas, asegura que el hombre también se le puede dedicar a su novia o su esposa.